Susana Gisbert.Que
nadie se lleve a engaño, se asuste o se ponga alerta, según el caso. No voy a
emular al cangrejo de La Sirenita ni ponerme a cantar haciendo ondas con las
manos. Nada más lejos de mi ánimo en este momento
Y
es que el otro día, cuando vi las imágenes del fondo del mar que ofrecían los
informativos me cayó el alma a los pies. Me acordé entonces de aquella vieja
cancioncilla infantil, que preguntaba dónde están las llaves y respondía que en
el fondo del mar, matarile rile rile
Y, viendo esas imágenes, pensé que, si tenemos que buscar las llaves allí,
vamos aviados. Y no porque, como parecía querer decir la canción, al fondo del
mar es imposible llegar, sino porque visto el fondo del mar, encontrar algo en
él sería más complicado que dar con la famosa aguja en el pajar.
Ahí,
en el fondo de nuestro Mediterráneo, había infinidad de cosas que nada tienen
que ver con los fondos marinos. Basura de todo tipo y en todos los estados
posibles nos advertía de lo que estamos haciendo con el planeta, en general, y
con sus mares en particular. Muy alegórica resultaba la imagen perfectamente
identificable de la cabeza de un muñeco de plástico, un bebé de pega que
flotaba entre los escombros recordándonos la porquería de futuro que estamos
dejando en herencia a quienes vienen detrás.
Pese
a que no tengo una conciencia ecológica tan desarrollada como debiera, la
imagen me impactó, y todavía sueño con ella. Me temo que me va a perseguir este
verano cuando vaya a darme un baño. En realidad, espero no olvidarme de ella
para ser consciente de lo que hago si se me ocurre tirar un plástico o
cualquier otro despojo en la playa -y no digo colilla porque ya no fumo, ea-
Creo
que nos pasamos de frenada cuando inventamos lo de las cosas de usar y tirar, y
ahora estamos pagando las consecuencias. Que no hubiera pasado nada por seguir
usando pañuelos, platos, vasos, servilletas, envases o cualquier otra cosa que
fueran reutilizables, como toda la vida. Y tal vez ahora no estaríamos
lamentando las consecuencias de nuestra pretendida modernidad.
No
sé si estamos a tiempo, pero, al menos, hemos de intentarlo. Porque, si ya es
bastante vergonzoso para nuestro mundo que el Mediterráneo se haya convertido
en un cementerio inmenso de personas que perdieron la vida tratando de
encontrar la tierra prometida, es todavía más terrible que sea un cementerio
lleno de basura.
Pensémoslo
cuando vayamos a la playa. Nuestro mar no merece eso. Y nuestro futuro,
tampoco. Que podamos encontrar las llaves en el fondo del mar, matarile rile ron
SUSANA GISBERT
(TWITTER @gisb_sus)
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