Juan Benito Rodríguez Manzanares Tímidamente comienzan algunas
entidades a programar actos para junio con la esperanza de que en breve se
vuelva a la normalidad, (ni vieja ni nueva, sólo a la normalidad,
que ya es una buena meta), y se puedan realizar dichos actos y todos los que se
vayan programando, pues eso es lo que esperamos todos, que las aguas vuelvan
definitivamente a su cauce, y que las diferentes entidades culturales que
habitualmente hacen rebosar Valencia, España y el mundo entero de ambiente
cultural, vuelvan a poder ofrecernos sus actos, y que en el emblemático marco que
es Valencia, podamos volver a acoger sin riesgo todos los actos culturales y
disfrutar de ellos, como siempre lo hemos hecho.
Pues la desescalada
a la que estamos asistiendo así lo indica. Por cierto, cabría comentar que, esa
palabra tan utilizada en los últimos tiempos, «desescalada», es una palabra inventada
para la ocasión con la que quieren identificar la reducción de casos de
infectados y fallecidos por Covid-19, que no han sido pocos. (Dios tenga en su
gloria).
Por lo tanto esa palabra no existe en el diccionario de la RAE, de
hecho, la misma Real Academia Española, cuyo lema es: «Limpia, fija y da esplendor»,
no recomendaba su utilización, pues con la intención dada a la palabra,
existen en el diccionario palabras tan usuales como «reducción, disminución, rebaja»,
sin tener que recurrir a eufemismos inventados. Aunque parece que, aún sin
haber una justificación para ello, al final esta entidad está barajando la
posibilidad de incluir esa palabra en el diccionario.
Mas, lo verdaderamente
importante es que, en breve comenzaremos a saborear las mieles de una buena
obra de teatro, de esa película de moda, de las clásicas e inmortales óperas, y
si llegamos a tiempo, también podremos disfrutar de algún bañito en nuestro
querido mar Mediterráneo que tan buenos ratos nos ha hecho pasar a todos, y
secarnos luego en alguna terracita tomando un merecido aperitivo.
Pero, todo esto será si las «fases»
propuestas por el gobierno progresan adecuadamente, y salimos algún día del
Estado de Alarma… Y, esos continuos e interminables quince días de prórroga del
Estado de Alarma, sin remedio me ha recordado a la icónica película Atrapado
en el tiempo de 1993, protagonizada por William James Murray (1950),
más conocido como Bill Murray, y dirigida por Harold Allen Ramis
(1944-2014), la cual nos narra la historia del meteorólogo Phil Connors,
el cual fue a cubrir la noticia del Día de la Marmota, que se celebra
anualmente en Punxsutawney, Pennsylvania, y en el que se ve encerrado en un
ciclo sin fin que repetía una y otra vez ese mismo día siempre a partir de las
06:00 AM.
Pero, el hecho de la repetición
de un acto en concreto, o un día entero, o quizá toda una vida, no nació en la
citada película, pues desde siempre hemos convivido con la creencia de la reencarnación
que budistas, hinduistas y otras religiones han tenido muy
presente, donde el espíritu de una persona vuelve a tomar forma corpórea una
vez y otra vez más donde el samsara, es decir el ciclo de nacimiento,
vida, muerte y reencarnación se repite hasta conseguir llegar al nirvana,
donde uno se libera del sufrimiento (dukkha), y de los ciclos de
nacimiento-reencarnación.
Aunque, quizá el libro más
famoso que se ocupa de este tema, y que incluso algunos estudiosos marcan como
punto de origen y partida a este hecho de repetir una y otra vez nuestra vida,
se encuentra en el libro La gaya ciencia publicado por primera
vez en 1882, del controvertido filósofo Friedrich Nietzsche
(1844-1900) nacido en el desaparecido reino de Prusia, el cual si
extendió desde 1701 hasta 1918.
Este libro junto al libro Así
habló Zaratustra, publicado por primera vez en 1883, son el camino por
el cual Nietzsche nos introduce en la idea del superhombre,
y en una teoría del tiempo y el espacio que llamó el eterno retorno.
Esta teoría se fundamenta en que, si el tiempo
en lugar de ser lineal fuera circular, dada su infinitud, todo irremediablemente
acabaría por repetirse una o mil veces en esa inmensidad de un tiempo sin fin.
Nietzsche en el parágrafo 341 del
libro La gaya ciencia, intitulado en español como, El alegre saber,
nos dice:
«¿Cómo te sentirías si un día o
una noche un demonio se deslizara furtivamente en la más solitaria de tus
soledades y te dijera: «Esta vida, tal como la estás viviendo ahora y tal como
la has vivido [hasta este momento], deberás vivirla otra vez y aún innumerables
veces. Y no habrá en ella nunca nada nuevo, sino que cada dolor y cada placer,
cada pensamiento y cada suspiro y todo lo indeciblemente pequeño y grande de tu
vida deberá volver a ti, y todo en el mismo orden y la misma secuencia – e
incluso también esta araña y esta luz de la luna entre los árboles, e incluso
también este instante y yo mismo. ¡El eterno reloj de arena de la existencia se
invertirá siempre de nuevo y tú con él, pequeña partícula de polvo!»?»
Nietzsche, una persona
algo atormentada, pues él mismo reconoce en sus Escritos autobiográficos
de juventud (1856-1869), que la prematura muerte de su padre entre
severos dolores, y pocos meses después la muerte de su hermano, lo marcaron
muchísimo, a la idea de una posible repetición de toda una vida le da su toque nietzscheano,
con el cual sostenía que todo acto humano está motivado por la voluntad
de poder, y de esto se destila la idea del «superhombre» que desarrolló
en su libro Así habló Zaratustra.
Esperemos que el mundo de las prórrogas
quincenales del Estado de Alarma sea finito, y que esa voluntad de poder
se quede a un lado en pro de una voluntad de servicio al país, como todo buen
gobierno debe hacer.
Y con el buen hacer de todos,
llegaremos de nuevo a consolidar un ambiente cultural lleno de tan buenos actos
y eventos, como siempre los ha habido, pues no debemos olvidar que, siempre por
encima de todo y a pesar de todo…
Valencia es sinónimo de cultura.
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