José Forés Romero Parece increíble que tras las elecciones celebradas el pasado 28 de abril, aún, todavía, no se haya formado gobierno. Incluso se han amenazado con repetir convocatoria, menospreciando a la cara del votante. Vomitivo.
No es menos triste que Compromís y PSPV-PSOE hayan estado jugando, por pura estrategia, para configurar la corporación municipal durante tanto tiempo.
Es política, cierto. Sí, pero. Siempre hay un pero. El egocentrismo que es propio de este arte, inherente al mismo, se ha visto incrementado casi tanto como la estructura del Consell. Se ha aumentado casi al mismo nivel, con el que la mediocridad ha invadido los parlamentos. Ese nivel que es fiel reflejo que el de la sociedad, dicho sea de paso. Que nadie lo olvide. Y por cierto, no son todos unos incompetentes, y tampoco todos son unos profesionales de la política que no han dado un palo al agua en el ámbito laboral. No todos, pero cada vez son mayoría y se nota.
Es verdad que incluso los que no han visto una nómina más allá de las de su partido en su puñetera vida, están preparados, formados para hacer declaraciones ante los medios, medrar en el partido, establecer estrategias de negociación e incluso para gobernar. Pero no suele ser lo que necesitamos la gente de a pie.
Dicho lo cual, que no tiene nada que ver con el propósito de este escrito, o sí... el probema coyuntural es que los partidos con opciones de gobernar, se pasan por el forro de los pantalones los mensajes que les dejemos en ese buzón de voz que llamaremos urnas.
Lejos de arremangarse, de negociar con ese mandato que se les confiere, y ponerse a gobernar cuanto antes, se trazan batallas por ocupar los sillones, porfías por ocupar más que el otro, y amenazas continúas hacia el futuro socio con reacciones que, en el fondo, ponen en jaque al vecino de turno que necesita que se pongan con los asuntos que sí afectan a su día a día. En el fondo , esa es la trastienda de la política, los tejemanejes, y se soportorían si no fuera porque por encima de sus intereses, no estuvieran los de las personas que viven por estas tierras.
Personas que habitan un país que tiene una altísima tasa de pobreza. Ejemplo de ello lo tenemos en València, donde publicamos en su día, que hay 211.000 ciudadanos en riesgo de exclusión. De ellos 37 mil son niños que viven en el límite.
Esta es la realidad que urge afrontar. Y no con una renta de inclusión que solo debe ser coyuntural, urgente, pero coyuntural, sino con medidas estructurales, poniendo el foco en la formación, en la educación, en tantas y tantas cosas que acaben con empleos precarios que han llevado a la creación de la figura del asalariado pobre.
Es solo una de las múltiples situaciones sobre las que trabajar y que deberían avergonzar a aquellos que discuten sobre si se rechaza que el otro no entre en el consejo de ministros, o el que desea la vicepresidencia a toda costa, o que la visibilidad que buscan unos y la hoja de ruta para el futuro que diseñan otros, bloquee el ayuntamiento.
Entiendo que se pelee, que se negocie pero hay unos límites que carecen de sentido. Se juega y se da una imagen que en nada ayuda a la ya de per se, maltrecha imagen de los políticos.
Para acabar, aprovecho para despedirme de ustedes. Se acaba mi etapa en El Periódico de Aquí, a la que me ofreció Pere Valenciano, que tuvo la ocurrencia de dejarme participar en la puesta en marcha de la delegación en València. Ha sido un lujo enriquecerme aprendiendo de gente tan profesional pero sobretodo tan honesta como con los que me he topado en esta aventura. Ha quedado muy moñas, sí, pero como escribo lo que me sale del teclado, pues eso.
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