HECTOR GONZÁLEZ /EPDAA las nueve de la noche intentaba encajar sus cartones en el hueco que tenía entre otros compañeros de nocturnidad. Tardó un par de minutos en hacerlo. No había tanto espacio. A esas horas la entrada del edificio administrativo de la calle Colón, el que durante años sirvió de sede provisional de Delegación del Gobierno en la Comunidad Valenciana, ya estaba abarrotada de personas que duermen a la intemperie.
Mientras un hombre y una mujer compartían, extendidos sobre una manta, unos mendrugos de pan y unas porciones de queso, otros optaban por simplemente apoyarse en la pared lateral y alguno ya amagaba con buscar el sueño. El frío empezaba a calar. Tendrían que abrigarse. Y, sobre todo, poner la máxima separación entre el gélido suelo y sus cuerpos.
En Valencia, que no es una ciudad de temperaturas bajas, las noches cada vez están más pobladas de personas que duermen en la calle. No me gusta utilizar el término ´sin techo´, que casi suena a eufemismo que edulcora la realidad. Basta caminar por el centro de la ciudad –y no solamente el centro- a partir de las nueve de la noche para ver cómo numerosos seres humanos se pertrechan en esquinas o en rellanos para pasar allí las horas de menos grados y mayor oscuridad.
El problema va a más. El hecho de que no tenga hueco en el debate político no quiere decir que no forme parte del día a día social. La generosidad de algunas agrupaciones de particulares, religiosas y laicas, permite que esas personas dispongan de comida o ducha aunque carezcan de un lugar para dormir.
La situación no resulta agradable ni para ellas ni para quien vuelve a casa del trabajo, de compras, del bar o de donde sea y observa estos campamentos urbanos. O ve simplemente a un congénere tirado en la calle. Tampoco para quien visita la ciudad ni para quien entra en uno de los escasos cajeros y comparte espacio e inseguridad con quien dormita en él.
Este panorama deteriora la ciudad y la solidaridad social. Lo triste es que ni se afronta ni tan siquiera se debate. Simplemente se deja empeorar. Se agrava. En Calcuta (India) ya no tiene solución. ¿Y en Valencia?
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