Mónica Sánchez. EPDA Ahora que parece que empezamos a ver la luz tras dos años de horror por la covid-19, hay otra pesadilla que sigue creciendo y que atenaza solo a un sector de la población, es esta una pandemia que solo afecta a las mujeres, y se llama violencia machista.
La violencia contra la mujer se ejerce por su propia condición de mujer y desde los tiempos más remotos ha estado enraizada en las más profundas tradiciones del dominio masculino.
Los malos tratos en el ámbito familiar no son un fenómeno social nuevo, pero podemos observar que la muerte de mujeres como consecuencia de la violencia de género por parejas y exparejas se ha disparado en los últimos años. Fue el cruel asesinato de Ana Orantes en 1997 el que puso la violencia de género en el primer plano del debate social en España, donde hasta entonces se abordaba el problema como malos tratos en el ámbito doméstico. En la lucha contra esta lacra y su prevención, se cuenta con la Ley Orgánica 1/2004 de Protección Integral contra la Violencia de Género, la Ley 4/2015 del Estatuto de la víctima del delito, así como el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, impulsado por el Grupo Político Ciudadanos.
Ahora bien, pese a que se ha avanzado mucho en derechos y protección de las víctimas todavía queda mucho por hacer, ya que aunque las mujeres denuncien y tengan órdenes de protección siguen muriendo. Después de años de estudios en Criminología y Derecho, de haber llevado a cabo métodos de investigación, seguimientos de medidas de prevención tomadas por los gobiernos y el estudio de las leyes, me resulta frustrante ver cómo no se consigue erradicar esta violencia. Son más de 1.100 las mujeres víctimas mortales por violencia de género en España a manos de sus parejas o exparejas desde 2003 hasta hoy.
De este modo, es necesario que nuestra organización jurisdiccional esté preparada a nivel material y personal para garantizar una asistencia integral a las víctima, así como luchar por el empoderamiento de la mujer en todos los ámbitos (siendo fundamental el económico) y promover el desarrollo de una política educativa igualitaria lejos de los roles tradicionales de género.
Como mujer y liberal, pienso que este es el camino, y no debemos caer en la trampa de demonizar al hombre ya que los agresores son una minoría, pero causan una gran alarma y dolor a la sociedad.
Y es la sociedad, por medio de sus representantes, quien debe implementar los medios necesarios para proteger a la mujer y controlar y castigar a los maltratadores. Por todo esto, es fundamental que el 25 de Noviembre, demos todas y todos un paso al frente, y mostremos a los agresores que no estamos dispuestos a consentir que sigan haciendo daño.
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