Se trata de dos cuestiones diferentes, aunque enlazadas en este artículo y por el hecho de formar parte del cosmos político valenciano y de hallarse geográficamente en l’Horta Sud. Respecto a la primera, Paqui Bartual, alcaldesa de Xirivella, está demostrando que la Federación Valenciana de Municipios y Provincias (FVMP) puede adquirir mayor notoriedad de la que le habían otorgado sus predecesores.
Hasta la fecha la entidad ha servido sobre todo para prestar ayuda a municipios, desarrollar formación y ser generosa en asesores. No obstante, la máxima munícipe de Xirivella y también diputada autonómica le otorga otro aire y, desde luego, otro ritmo. Accedió al cargo por un extraño aunque predecible rebote. Su antecesora, Rocío Cortés, perdió la alcaldía de Requena al sufrir una moción de censura. Y si no ostenta el cargo de primer edil no puede formar parte de la FVMP, ergo debe dejar la presidencia.
Desde febrero, aficionada al ciclismo como es, Bartual ha subido un pistón a la actividad pública de una institución que podría dar mucho juego pero que, por desgracia y comodidad de quien la dirigía, acababa cada mandato sin mayor relevancia, como un actor secundario o incluso figurante de la política institucional valenciana.
Con Catalá y Cabanes
En menos de una semana, y además de asistir a la tradicional –y multitudinaria- comida de las amas de casa Tyrius en Alzira, Bartual ha activado la faceta reivindicativa. Lo ha hecho con un poliubicuidad, primero en compañía de la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, de su partido, para reclamar a la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) una limpieza del cauce nuevo del Turia; y, en segundo, lugar, junto al presidente de la Mancomunitat de l’ Horta Sud, el socialista José Cabanes, para solicitar al Gobierno de España más ayudas y ampliar los plazos de reconstrucción tras la dana. A ello suma la reciente aprobación del presupuesto de la institución. Acción pública con determinación.
Y mientras esto ocurre de manera latente, en Torrent se vive la tensión patente que en ocasiones resulta la antesala de una moción de censura. El exportavoz de Vox, Guillermo Alonso del Real, tiene la sartén cogida firme por el mango para dar la vuelta a la tortilla con su voto en un hemiciclo de 25 asientos dividido en dos bloques de 12 concejales y él en terreno de nadie. Su ideología le pide que no lo haga; su ánimo, quizás no tanto.
Rompió con su partido matriz, el que le otorgó el escaño, aunque se llevó su acta. En la práctica su actitud ejemplifica la del díscolo o incluso tránsfuga por antonomasia, término este que resultaría más exacto si se terminara juntando con PSPV y Compromís, circunstancia que no parece sencilla aunque tampoco demasiado complicada. Y no recurro a un oxímoron.
Nivel de riesgo 4
No obstante, estamos en un momento crítico del mandato, en su ecuador, en el que un buen estratega político y amigo define como de nivel de riesgo 4 (el máximo). Los pactos que se sustancien ahora tienen tiempo para desarrollar su programa. A partir de septiembre ya se reduce progresivamente el margen conforme pasan los meses, y el resultado en las siguientes elecciones puede ser contraproducente para quienes impulsan una moción de censura.
Escrito esto, en Torrent Guillermo Alfonso del Real se halla en medio de un fuego cruzado que, por qué no decirlo abiertamente, él ha avivado al dejar su partido pero no su escaño. Ha propiciado una situación de desenlace imprevisible. Por una parte, el equipo de gobierno, y en particular una excompañera conmilitona, ha afeado su gestión al frente del área de Deportes, algo que ha enervado al afectado. Por otra parte, su relación personal con la alcaldesa, Amparo Folgado, ha quedado claro, a tenor de las declaraciones de Alonso del Real, que no es buena.
Por el contrario, siente una admiración especial por el anterior alcalde, el socialista Jesús Ros, cuya figura ya destacó en el pleno de investidura, un ya lejano 17 de junio de 2023. No obstante, si firmara la moción de censura lo haría con la propuesta del nombre de Ros aunque también con un empaquetado que incluiría al resto del PSPV y a Compromís. Aquí la situación se complica.
En el último pleno el exportavoz de Vox mantuvo su rifirrafe dialéctico–no se puede negar la pericia oratoria de Alonso del Real- con el socialista Andrés Campos, curtido en una estela de la vida y del socialismo diferente a la de Ros. Mientras, con Compromís la distancia ideológica y la desconfianza plenaria también resultan palpables.
Y una moción de censura, una vez se vota en pleno ya no dispone de marcha atrás. Con lo que saliera se gobernaría el resto de mandato. Un mismo concejal no puede desdecirse y suscribirla dos veces en el mismo cuatrienio. Para pensárselo, y mucho. Por su parte, el actual ejecutivo mira con reservas esta situación a la par que anda centrado, sobre todo, en la reconstrucción tras la dana, como lo ha vuelto a demostrar su alcaldesa esta semana en su reunión con el president dela Generalitat. ¿Qué pasará? Apuesto a que a no mucho tardar se sabrá.
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