Juan Vicente Pérez./EPDA Con la canícula ya en marcha este verano atípico sigue su curso. Un curso con una cita especial este viernes, día 17 del corriente. Un día después de la sobria, solemne y emotiva Ceremonia de Estado, de carácter civil, a las víctimas del COVID-19 en la Plaza de la Armería del Palacio Real. Otra cita histórica en la que los españoles debemos pasar el examen del Consejo Europeo más decisivo y complicado de las últimas décadas. Un Plan de Reconstrucción con 750.000 millones de euros al que Sánchez ha fiado toda su estrategia. De hecho, la agenda presidencial ha buscado las fotos y los apretones de manos para consolidar la imagen de gran estadista de un Sánchez al que sus propios socios europeos le han dado un baño de realpolitik. Una agenda que finalizaba en esa simbólica Plaza de la Armería con la presencia de los representantes de las Instituciones europeas, en un vano intento por blanquear una gestión de la pandemia que nos ha situado a la cola de Europa. Gestión que sigue ocultando la verdad sobre el número real de los que nos han dejado.
Una cuestión sonrojante si no conociéramos el percal del binomio gobernante, que no ha dudado en apelar desde su laicidad militante a la ética del perdón, con una escenografía ecuménica que doblegue esa ética de la responsabilidad de nuestros socios del “norte”, tras más de 500 años de la Reforma Protestante. Una cuestión que marcó a sangre y fuego el mundo de su época y que modeló el mundo actual en Occidente. El espíritu protestante y su sentido de la austeridad en el desarrollo del capitalismo fue puesto en valor por Max Webber y sus descendientes se han aplicado en ello. Los balances de sus cuentas públicas así lo demuestran. De ahí su reticencia a la hora de facilitar unos cuantiosos fondos, que en vez de impulsar la economía productiva y reactivar el crecimiento y el empleo, se conviertan en manos del social-comunismo en un cheque en blanco para disparar el gasto público, socializar la deuda y el déficit y practicar la compra de voluntades con propuestas como el Ingreso Mínimo Vital que no es más que una subvención a la sumisión ideológica.
Así se lo han advertido a Sánchez. Europa no se fía y prueba de ello van a ser las condiciones que impondrán al gobierno español para poder disponer de los tan anhelados Fondos. Las arcas españolas están vacías y Sánchez está buscando una excusa y un culpable para poner en marcha su implacable plan de recaudación. La excusa será el virus y culpable, seguramente la UE. La maquinaria monclovita así lo tendrá dispuesto y así se nos trasladará por parte de sus altavoces mediáticos. Ahora lo importante ya no es el cúanto nos dan, sino el cómo me lo gasto (sin pasar por el veto particular de nuestros socios). El baño de realpolitik y los últimos fracasos europeos de Sánchez nos llevan a una situación compleja. La imposición por parte de la UE de Reformas estructurales y el control del gasto (funcionarios y pensiones) van a exigir una Política de Estado, como bien ha estado advirtiendo Pablo Casado, tendiendo la mano una y otra vez ante la deriva totalitaria de este gobierno.
Frente a la política de confrontación del eje social-comunista, Casado presenta el plan de las cinco “ces del PP”: credibilidad, confianza, coherencia, certidumbre y centralidad. Un mensaje desde la moderación y la responsabilidad de un partido de gobierno consciente de las dificultades que se avecinan. No hay analista, ni institución económica de dentro o fuera de nuestro país que no lleven advirtiéndolo. De ahí la importancia de recuperar un gran proyecto nacional. Un proyecto del que la izquierda siempre ha renegado con sus veleidades nacionalistas y sus peajes al secesionismo. España necesita activarse y desengarcharse del nuevo “opio del pueblo”, el nacional-populismo que por ambos extremos ataca impasible a nuestro sistema de Derechos y Libertades, debilitando una Democracia que necesita rearmarse y conjurar ese espíritu de Libertad que en el 78, impulsó una sociedad civil que no se resignaba a volver a caer en los errores históricos de esta gran nación.
A pesar de Tezanos, algo está variando en el comportamiento electoral de los españoles. Las últimas citas, gallegas y vascas así lo advierten, consolidando una tendencia alrededor del Partido Popular como casa común del centro-derecha español. Una fragmentación que beneficia siempre a una izquierda hábil en el manejo de las estrategias de destrucción comunicativas. Porque si el populismo es destructivo desde la oposición, desde el Gobierno es catastrófico. Así lo estamos sufriendo y por ello es imprescindible que la sociedad civil se sacuda ese ficticio escudo ideológico que tan hábilmente manejan aquellos que se esconden tras continuas cortinas de humo para tapar sus desmanes. Es la hora de reaccionar y solo podremos hacerlo con más Europa, con más sociedad y con menos Estado planificador. Debemos romper la supuesta hegemonía moral de una izquierda arrogante que desprecia a quien le tiende la mano, generando una mayor fragilidad social. Este gobierno sin crédito está quemando sus últimos cartuchos. Esperemos que en esa huida hacia adelante, no nos lleve a todos con ellos. En el Partido Popular lo tenemos claro, Activemos España.
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