Manolo Mata en bicicleta. EPDA Al vicesecretario y portavoz socialista
casi se le valora más por lo que calla que por lo que dice. En
política eso a veces cuenta más que contar. Mata está en todas las
salsas y sabe de todo lo que se ha de saber en política. Ha entrado
y ha salido, y ha vuelto a entrar, y se ha actualizado a un lado y
otro, con notorio éxito las veces que ha hecho falta.
Esta temporada sigue en el parlamento,
en donde ya no se habla tanto como en el gobierno autonómico. La
toma de decisiones se ha vuelto a trasladar, tras el abono del
botánico en la primavera de este año. Pero Mata sigue dejándose
ver y oír en mil sitios más.
En apenas una semana he coincidido con
él en dos foros: un debate de portavoces que el colegio de abogados
de València organizó para hablar del futuro de la Comunitat, y un
almuerzo off the record del Club de Líders que preside Lluís
Bertoméu. Contaba el abogado socialista y abogado del socialismo que
los OTR le importan poco porque suele decir lo mismo en público que
en privado. Es verdad, aunque todo siempre depende de lo que te
propongan al abrir el micro, pregúntenle si no a Pablo Motos.
Una de las cosas comunes que le escuché
a Mata en ambos encuentros -y por tanto se puede contar- es que el problema de España está en
la necesidad de conseguir la igualdad real de las personas, no de los
territorios para los que se abogaría
por el reconocimiento de su singularidad. Eso casa a la perfección
con el ideario histórico de un PSOE que en teoría debería seguir
siendo internacionalista y no nacionalista.
Dos exconsellers de izquierdas -el
entonces socialista Joan Romero y el ahora de Compromís Manuel
Alcaraz- parecen abundar en eso de los reconocimientos -también
internos, tampoco nacionalistas en el sentido clásico- al afirmar en
un artículo conjunto publicado recientemente por El Diario que “la
CV es bilingüe -y avanza al trilingüismo-. Esto es un hecho
dinámico pero no provisional, ni negativo. El dualismo
valenciano, como
herencia histórica, no puede seguir viviéndose como anormalidad -no
somos un pueblo anómalo, no hay pueblos anómalos en una
democracia-”. La Vega Baja y las comarcas del oeste de la Comunitat
otra vez reconocidas (desde septiembre). Hasta À Punt empieza a
planteárselo, con dos años de retraso.
Mata recordaba en su doble encuentro
que la autonomía valenciana -el territorio- sólo carece de las
competencias -singularidades- de Cercanías (reclamable porque sí
afecta a muchísimas personas), Prisiones (indeseable) y Puertos
(estratégica para el Estado). Luego está lo del Derecho Civil, cuya
competencia él sí pretende aunque para no ejercerla (por razones de
concepto, no formales). Y por supuesto, la madre de la mayoría de
los problemas valencianos, la financiación, que es la piedra angular
para el logro de la igualdad real de las personas que vivimos en
España.
Por el momento no necesita decir más.
Manolo Mata, callando.
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