María "La Jabalina". EPDA
María Moliner. EPDA María Moliner, Carmen Valero, Gemma Fajardo, María ‘La Jabalina’, Natalia Morskova y Natividad Rodríguez ‘La tía Nati’. Ellas trazan en esta ocasión nuestro itinerario mensual por las comarcas. Cada una desde su ámbito, se ha enfrentado a la sociedad patriarcal, ha abierto puertas a las generaciones siguientes, ha sido pionera en su sector y ha contribuido, de forma decisiva, a que vivamos hoy en un mundo un poco mejor. Mujeres que han escrito la historia. Nuestra ruta empieza esta vez en Zaragoza, donde nació María Moliner en el año 1900. La huella que dejó no obstante esta erudita en la Meseta del Cabriel fue realmente profunda. Bibliotecaria, filóloga y lexicógrafa trascendió a la historia, entre otras cosas, por ser la autora del ‘Diccionario de uso del español’ o, simplemente, ‘El María Moliner’, indispensable en la carrera de filología, en la de periodismo y en las estanterías de cualquier casa. La vinculación de esta erudita con la comarca se empezó a fraguar con la implantación de las Misiones Pedagógicas de la República. Ella fue la ideóloga y la delegada en la región de una red de bibliotecas públicas que transformaron la realidad de nuestro país. Implantó y supervisó personalmente las Misiones Pedagógicas en Campo Arcís, Camporrobles, Casas de Pradas, las Casas de Utiel, Casas del Río, Casas de Eufemia, las Cuevas de Utiel, Fuenterrobles, Jaraguas, Las Monjas, Los Marcos, El Pontón, Requena, Sinarcas, Utiel y Venta del Moro. La primera Misión Pedagógica que se desarrolló en la provincia de Valencia fue en Jaraguas (en 1933). Las Misiones Pedagógicas tuvieron un impacto incontestable en la alfabetización de la sociedad. En sus dos primeros años (1932-1933) registró 467.775 lectores y 2.196.495 lecturas (el 64% infantiles). Al parecer, los propios chiquillos alentaban a sus padres a leer, por lo que el efecto era doble y multiplicador. Había creadas en junio de 1936 un total de 5.522 bibliotecas. Hacia 1952 su hijo Fernando le trajo de París el Learner’s Dictionary of Current English de A. S. Hornby (1948). A ella, que, consciente de las deficiencias del DRAE, andaba ya confeccionando anotaciones sobre vocablos, este libro le dio la idea de hacer “un pequeño diccionario,... en dos añitos”, decía. Por entonces comenzó a componer su Diccionario de uso del español, ambiciosa empresa que le llevaría más de quince años. María Moliner pagó su fuerte implicación en la política bibliotecaria de la II República con la degradación de dieciocho puestos en el escalafón profesional tras el final de la Guerra Civil.
La historia ha sido injusta con las mujeres de las comarcas del Palancia y Mijares. De siglos pasados tan sólo un nombre, María de Luna, reina de Aragón por su matrimonio con Martín I el Humano, ha dejado su impronta en los libros y en el recuerdo de la gente. Con posterioridad, cuatro mujeres, María Giménez, Milagros Heraud, Francisca Martín y Tomasa Cueva Santa, llamaron la atención por pertenecer a la corporación municipal de Segorbe en tiempos de la Dictadura de Primo de Ribera, algo inédito por aquellos tiempos. Por la década de los sesenta del pasado siglo un numeroso grupo de mujeres mantuvieron en pie la actividad comercial permitiendo que sus maridos pudieran dedicarse a una segunda actividad...
Hoy es evidente que la mujer ha recuperado cotas de reconocimiento en todos los ámbitos: en empresa (Teresa Blasco, Sagrario Royo), en las instituciones (Mª Emilia Adán, Mª Pepa Colomina, Mª José Tébar,), en la investigación (Gemma Fajardo, María Soriano), en la judicatura (Mª Carmen Marín, Elisa Soriano) en periodismo (Beatriz Aznar, Ana Monleón, Chelo Torrejón, Esperanza Orellana, Santa Gimeno), en el ejército (Mª Pilar Zarzoso), en la política (Mª Carmen Vives, María Ángeles Murria, Monserrat González, Nieves Martínez, Mª José Madrid, Mª Carmen Gil, Manuela Monzonís, Ana Mª Orduña, Ana Mª Pastor, Mercedes Giménez, Marisa Domingo, Patricia Plantado, Dolores Torres, Mª Carmen Climent, Nieves Simón, Rocío Ibáñez, Rosa Mª Guillermo), Cultura (Rosario Raro, Anna Juesas, Mafalda Bellido), en el deporte (Pilar Raro, Inma Sánchez, Isabel Pérez)… son una muestra del relevante papel que las mujeres han asumido en Palancia y Mijares.
María Pérez Lacruz, más conocida como ‘La Jabalina’, fue fusilada en el cementerio de Paterna con apenas 25 años. Su único delito, haber formado parte de la Columna de Hierro que partió hacia Teruel en 1936 para liberar la ciudad de las tropas franquistas en plena Guerra Civil. Allí colaboró como enfermera hasta que resultó herida en Puerto Escandón durante la batalla de Teruel. ‘La Jabalina’ es una figura emblemática para el Camp de Morvedre porque, una vez se vio obligada a abandonar el frente, se incorporó como trabajadora en la industria siderúrgica del Port de Sagunt debido a la ausencia de hombres, quienes se habían convertido en soldados. Fue precisamente allí, en el Port, donde María fue detenida y encarcelada. Se le atribuía “adhesión a la rebelión”, además de un “carácter libertino” y “exaltado” relacionado con su condición de mujer anarquista. Lo más grave fue que se le acusó, sin fundamento ni prueba alguna más allá de testimonios falsos extraídos a base de torturas, de diversos crímenes que tuvieron lugar mientras ella permanecía hospitalizada. Pese a todo, María fue condenada a muerte en 1942 tras haber dado a luz a un hijo del que nunca se supo nada.
Aunque los juicios sumarísimos sin ningún tipo de garantía jurídica para el acusado fueron la norma durante los años posteriores a la Guerra Civil, el caso de ‘La Jabalina’ es especialmente sangrante por su corta edad, las flagrantes mentiras que se vertieron contra ella y por el robo de su bebé. María Pérez es, con toda probabilidad, una de las últimas mujeres fusiladas durante el régimen franquista. Su figura y su historia quedan reflejadas con detalle en la obra ‘Una miliciana en la Columna de Hierro: María La Jabalina’, escrita por el exalcalde de Sagunt Manuel Girona.
Los intelectuales de la comarca coinciden en que una de las figuras que más ha luchado por las mujeres en esta zona ha sido Carmen Valero. Esta maestra nacida en Silla en 1893 fue una de las grandes defensoras de los derechos de las mujeres en la educación y una activista en contra de la discriminación de sexos en las escuelas, en una época donde ellas solo recibían asignaturas en relación a las labores del hogar y ellos ciencias y cálculo, siendo éstas básicas para la vida. Ella rompió estereotipos y cultivó hasta cinco titulaciones: Maestra Nacional, Bachiller, Perito Mercantil, Profesora Mercantil y la licenciatura de Ciencias Químicas, en una promoción de nueve mujeres frente a 216 alumnos varones. Tras aprobar una oposición es destinada a Novelda como maestra y tiempo después a Oliva donde ejerce mayormente su profesión.
Deja su huella en las ciencias con el libro ‘Problemas y ejercicios de Aritmética elemental’ y se involucra en un papel más pedagógico para defender el papel de las mujeres en la aulas. Pasa a la acción colaborando con las reformas del Ministerio de Instrucción Pública formando parte de la Federación Universitaria Escolar (FUE) donde fue nombrada miembro de honor. En esa etapa, también fundó la Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza (FETE-UGT).
Su andadura política llega con el estallido de la Guerra Civil. En 1934 funda en Oliva el partido Izquierda Republicana y años después entra a formar parte del Partido Comunista, donde crea la sección Mujeres Antifascistas con la que impulsa actividades de carácter cultural como la escuela nocturna y la biblioteca popular.
Sin embargo es procesada en 1939, año en el que pasará ocho meses en prisión. Finalmente es liberada gracias a testimonios favorables por partes de alcaldes y jefes locales de la Falange de localidades como Silla u Oliva. Fue inhabilitada durante 12 años, pero siguió impartiendo clases de contabilidad y refuerzo de bachiller de manera clandestina. Finalmente murió en 1962 en su ciudad natal y hoy Silla recuerda su gran labor feminista dando su nombre al auditorio.
El mejor ejemplo de mujer luchadora en la comarca de Camp de Túria es, sin duda, Natalia Morskova. Considerada como una de las mejores jugadoras de balonmano profesional de todos los tiempos, se le ha comparado con deportistas como Michael Jordan y Maradona.
De origen ruso, llegó a España en 1991 para afincarse en el municipio de L’Eliana, donde reside. Fue el fichaje estrella del equipo El Osito L’Eliana y trabajó a las órdenes de Cristina Mayo. Por entonces, Morskova ya contaba con una dilatada carrera a sus espaldas. A los 12 años decidió dedicarse al balonmano y con el tiempo se convirtió en la leyenda viva del balonmano femenino a nivel mundial.
La prueba de ello es su espectacular palmarés. Ganadora de dos medallas de bronce en los Juegos Olímpicos y tres oros mundiales, uno de ellos conseguido con la Selección Junior y dos con la absoluta con la Selección de la antigua Unión Soviética, además de una Copa de Europa, dos Recopas de Europa, 13 títulos de la Liga Española y 11 Copas de la Reina.
En definitiva, una sensacional carrera de esta gran atleta, tenaz y perseverante. Su espíritu de superación le llevó a competir hasta 2004, cuando con 38 años tuvo que retirarse del balonmano a causa de las lesiones de rodillas. Actualmente, es comentarista deportiva de televisión.
Natividad Rodríguez Rodríguez (Las Quintanillas 1917-Museros 2008), más conocida como ‘La tía Nati’, dedicó buena parte de su vida a ayudar a los demás. Lo hizo de distintas maneras. Enfermera de profesión, atendía de manera altruista (a veces cobraba una peseta y ella ponía todo el material sanitario) a las personas que precisaban de sus conocimientos médicos. Tampoco dudada en dar merienda un día y otro también a los hijos de familias humildes. Así la recuerdan los vecinos de Museros, donde residió la mayor parte de su vida, que hace poco quisieron rendirle homenaje poniendo su nombre a una de las calles de la población.
‘La tía Nati’ nació en Las Quintanillas (Burgos) a principios del siglo pasado. Creció rodedada de hermanos y hermanas -eran diez- en el molino que permitió a su familia salir adelante en unos años difíciles con la elaboración y venta de pan. Tras la guerra civil, Natividad Rodríguez se trasladó a la ciudad de València, donde residía una de sus hermanas. En la capital del Túria pudo cursar sus estudios de Enfermera, algo que no se podía hacer en esos años en Burgos. En 1943 contrajo matrimonio y dejó de ejercer su profesión para, en los años venideros, dedicarse al cuidado de sus hijos. Pero nunca abandonó su vocación de enfermera ni su afán por ayudar a los demás convirtiéndose en una persona muy querida en su pueblo, donde en la actualidad residen buena parte de sus descendientes, quienes fueron testigos, gracias a la iniciativa municipal de ‘Les Dones al Carrer’, de ese cariño que los que la conocieron sentían por ‘La Tía Nati’.
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