Papa Balla Ndong Hace 15 años emigró de Senegal rumbo a España. Llegó a Valencia de paso. Visitó un museo local y su vida cambió. Conoció a la mujer con la que en la actualidad está casado y gestó una familia que ha ido sumando tres vástagos. Totalmente asentado en la ciudad, Papa Balla Ndong ejerce de vicepresidente (la presidencia la ocupa la edil de Cooperación y Migración) del Consejo Local de la Inmigración e Interculturalidad tras resultar elegido para ese cargo al que optó en su calidad de presidente del Foro Alternativo para la Inmigración.
-¿Qué aporta el Consejo Local de Inmigración a Valencia?
-Se trata de un consejo propositivo, que busca asesorar al Ayuntamiento en materia de inmigración. El pleno lo componen 75 organizaciones, que representan a más de 30 nacionalidades extracomunitarias. El actual consejo comenzó en 2017 y tiene vigencia hasta 2020.
-¿Y cuál es el problema común que más les trasladan las personas a las que representan?
-Sin duda, empadronarse. Ahora pueden hacerlo en un descampado o en un coche en casos excepcionales. No obstante, cuando van a realizar el trámite no siempre se respeta esta normativa ni funciona con la agilidad que debiera. Y sin empadronamiento no puedes hacer nada. Se trata del instrumento en el que se basa la policía para saber cuánto tiempo llevas en España. El padrón también sirve para pedir la renta básica, aunque muchos inmigrantes que reúnen los requisitos no pueden acceder a ella por carecer de cuenta bancaria, para abrir la cual se necesita tener permiso de residencia.
-¿Cree que existe un sentimiento entre el colectivo de inmigrantes de inclusión o de exclusión?
-Percibimos exclusión y discriminación en el ámbito institucional, que empieza con la propia Ley de Extranjería, pues vincula permiso de residencia con contrato de trabajo y también te limita el acceso a la sanidad.
-¿Precisamente en un país en el que la sanidad es universal, incluso para quien no cotiza para pagarla?
-Pero sin permiso de residencia no tienes médico de cabecera.
-Antes ha hablado de discriminación institucional por las dificultades en realizar trámites como empadronarse. ¿No cree que esa situación, la de complicación burocrática, también la podrían reivindicar muchos habitantes nativos de Valencia para otro tipo de trámites?
-En el caso del colectivo de inmigrantes esa discriminación institucional se traslada a más ámbitos, como el hecho de que la policía te pare por el color de tu piel, por tu perfil étnico y luego no tenga que explicar en su informe, al contrario que ocurre, por ejemplo, en Inglaterra, que ha sido por ese motivo. Y si vamos al ámbito social, la discriminación la hemos encontrado en algunos locales de ocio. A mí me han llegado a expulsar y golpear por ser inmigrante. Y he de decir que, en este caso, el testimonio de un agente de policía fue fundamental para demostrar la culpabilidad de los agresores y condenarles por el ataque que sufrí.
-En cualquier caso, si tanto usted como otros muchos inmigrantes residen en Valencia, ¿será porque se sienten cómodos e incluidos?
-En general, la sociedad valenciana es muy acogedora. Yo nunca he sufrido problemas de discriminación ni en la familia de mi mujer, a quien conocí en València, ni en su red de proximidad. Todo lo contrario, me han acogido desde el principio. También ese carácter se percibe si lo comparas con otras ciudades de Europa. Yo presento proyectos y hablo de Valencia, y cada vez que citas la ciudad los interlocutores de otros países te escuchan con mucha atención, te dicen que es una de las más bellas de Europa y te comentan que les parece increíble vivir en ella.
-Antes se ha referido a la sociedad valenciana como acogedora, ¿le sumaría el calificativo de tolerante desde su rol de experto en inmigración?
-La mayoría de valencianos es muy tolerante. El 90%. Apenas un 10% diría que no lo es o tiene tintes racistas, aunque, en general, se trata de personas que culpan de sus problemas a los demás, que ven al inmigrante como causante de sus males.
-¿Y percibe, por el otro lado, voluntad de integrarse, en general, por parte de quien viene de fuera? ¿No cree que existen algunas nacionalidades que mantienen nexos entre sus miembros y no destacan por participar en actividades multiculturales?
-Yo a todos los inmigrantes les repito que no estamos en València para crear mal rollo. Mi padre me dijo, antes de salir de Senegal, que yo soy embajador de mi país, de mi continente e incluso de las personas de mi mismo color de piel. Y que si hago algo que no está bien afecta no únicamente a mí, sino a toda mi familia, país o raza. Por ejemplo, a los senegaleses se les vincula con la venta de productos falsificados. No está bien lo que hacen, pero no venden droga ni su actividad afecta a la salud pública.
-Entonces, con esa tolerancia que atribuye a la sociedad valenciana y con ese mensaje de incorporación participativa que traslada a los inmigrantes, ¿cree que ha mejorado el nivel de integración de quien llega de otro continente a Valencia?
-Mucho. Cada vez hay más parejas mixtas. La sociedad ha cambiado. Existe más comprensión de la necesidad de respetar los derechos humanos de cualquier persona, no importa de dónde venga, y también para solucionar problemas sociales. Los inmigrantes tenemos más voz. Las propias Fallas, que hemos disfrutado hace escasas semanas, se preocupan de potenciar esa multiculturalidad. Desde el propio Consejo Local premiamos cada año a la comisión que más hace por la integración.
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