Susana Gisbert. / EPDAUn año más, termina el mes, y vuelve a nuestras cabezas la banda sonora de cada fin de agosto para quienes tenemos cierta edad. De nuevo, vuelvo a escuchar en mi interior al Dúo Dinámico y su “El final del verano”, que quedó fijada en mi memoria indisolublemente unida al último capítulo de Verano Azul. He de confesar que me hizo llorar tanto como la muerte de Chanquete, aunque aun
Y es que los guionistas pueden decidir que el protagonista viva o muera, pero difícilmente pueden evitar que el verano, y con él las vacaciones, acaben. Y eso es algo que se repite un año tras otro.
Este año es distinto, y es igual. En muchos lugares habrá parejas de adolescentes que se despidan llorando porque el final del verano les separe de su primer amor, gente con el síndrome post vacacional puesto y personas con la incertidumbre del nuevo curso tatuada en el alma. Pero, a diferencia de tantos veranos, nos despedimos con el coronavirus en su enésima ola, el precio de la luz copando titulares y, lo peor, el horror de Afganistán escupiéndonos nuestra hipocresía a la cara.
Y, entre todas estas tragedias, grandes y pequeñas, el culebrón inacabable. Un culebrón que cambia de cara, pero mantiene su esencia. Ese mercado de lujo de carne humana que es el fútbol Las noticias sobre el no- fútbol ocupan más tiempo y espacio en los informativos que todo lo demás. Ya no se trata de si se ha jugado o no un partido sino de los dimes y diretes acerca de dónde van o dejan de ir determinados jugadores, y cómo se sienten por ello. Con una pequeña, pequeñísima excepción: unos minutillos de nada a quien debería ocupar muchos más, la primera jugadora de nuestro país proclamada como mejor jugadora UEFA.
Confieso que me causa vergüenza ajena escuchar hablar de cantidades obscenas de dinero por dar patadas a un balón, mientras en otras partes del mundo sucede lo que sucede. Pero me avergüenza más todavía el interés que suscita. Sin demanda, no hay oferta.
Con todo, cuando el pasado año hablaba del final del verano, apostaba porque este fuera distinto, porque nuestra vida diaria no viniera marcada por un bicho diminuto de consecuencias gigantescas. Ojala esta vez sí que sea el final del último verano Covid de nuestras vidas.
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