El sábado día 26 de abril, después de celebrar el funeral en la Plaza de San Pedro de Roma, con los exquisitos detalles protocolarios que solo el Vaticano sabe organizar, te acompañaron todos los que siguieron la ceremonia hasta la Basílica de Santa Maria Mayor.
La Basilica Liberiana es uno de los títulos, presidida por un patrón, en este caso, el papa Liberio. Construida sobre un templo pagano de Cibeles, Santa María la Mayor es (junto con la Basílica de Santa Sabina, algo posterior) la única iglesia romana que conserva la planta estrictamente basilical y la estructura paleocristiana primitiva.
El nombre de la iglesia contiene dos términos grandiosos: el de Basílica Mayor, en oposición a una Basílica menor y el de la Virgen Maria. La Basílica es la mayor de las ochenta iglesias marianas de Roma, mandada construir por el papa Sixto III en el año 432 sobre la colina del Esquilino.
La basílica se construyó en el lugar donde la Virgen María se apareció en sueños al papa Liberio y donde un 5 de agosto, un manto de nieve apareció cubriendo la colina en pleno verano. Este día se conmemora cada año con pétalos blancos que descienden del techo.
Ella alberga el icono de la Salus Populi Romani y la Sagrada Cuna de Jesús a los pies del Baldaquino del Altar Mayor.
En San Pedro descansan eternamente casi todos los papas en las grutas del Vaticano. Pero no todos. Unos cuantos, la mayoría de etapas previas a la finalización de la Basílica de San Pedro: Honorio III, Nicolás IV, san Pío V, Sixto V, Clemente VIII y IX y Pablo V son pontífices cuyas sepulturas se encuentran en distintos rincones de Santa María la Mayor. Allí hoy ha sido enterrado Francisco.
Además de estos Pont Max descansan en esa iglesia el famoso escultor Gian Lorenzo Bernini o la hermana de Napoleón, Paulina Bonaparte, que yacen bajo su suelo.
En algunos libros y por tradición oral, me lo comentaba mi gran amiga Paloma Gomez Borrero, que esa era la iglesia de los españoles, por el oro del techo que trajo Colón de America y porque los españoles cuando llegaban de romería, se postraban de rodillas al entrar en la basílica, dando gracias por haber llegado en buen estado de salud a la ciudad eterna.
Sea como fuere la historia hoy Francisco ya forma parte de la misma pudiendo contemplar esa blanca piedra que nos anuncia su sepultura.
La magistral lección de Francisco nos deja: cuatro Encíclicas, 47 viajes, visitando 65 países, 900 canonizaciones, 545 homilías, 163 Cardenales ordenados, 39 Constituciones Apostólicas, 7 Exhortaciones Apostólicas, 99 Cartas Apostólicas, diez Consistorios, 26 Mensajes Urbi et Orbi y 2393 discursos.
Así acaba su pontificado, haciendo balance de la verdad de los actos y del trabajo. Hoy Francisco está casi enfrente de Bernini, dos referentes históricos.
Acabo con una pequeña reflexión, esta tarde pasé por Santa Maria Mayor y ya habían muchas personas esperando para rendir honor. Después fui a la plaza De San Pedro, las luces solo iluminaban el pasillo que alumbra la tercera planta donde está el apartamento sellado y las dos ventanas que asoman a la Plaza totalmente a oscuras.
Desapareció el tumulto de la gente, la cúpula alumbra el mundo, esperando el momento de abrir ese balcón central que nos presentará al nuevo Papa. Hasta entonces el mundo aguarda con pensamientos y palabras, que a veces no son prudentes. Seguramente el silencio y la actitud generosa de acoger al
nuevo pontífice será un deber que tendremos que poner en práctica.
Sede vacante, cae la noche, puertas cerradas, el Vaticano sigue trabajando, la
Barca de Pedro, no puede naufragar.
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