Susana Gisbert. /EPDA No se dónde escuché por vez primera que bailar es soñar con lo pies. Pero quien lo dijo estaba, desde luego, en estado de gracia. Probablemente, en ese estado de gracia que produce la danza, y del que tanta gente podría dar fe.
En estos días se conmemoraba el Día internacional de la danza. Muchos perfiles de redes sociales, aunque siempre menos de los que podrían, se llenaban de imágenes evocadoras de zapatillas de puntas, tutús, vídeos de salsa o hip hop, batas de cola o castañuelas. La danza tiene tantas modalidades que se necesitaría mucho tiempo solo para conocerlas. Y todas son bellas.
De todos modos, quien pronunció la frase, tal vez se quedó a medias. Danzar es soñar con los pies, con los brazos, con la cara y con el cuerpo entero. Pero, sobre todo, es soñar con el alma. Con un alma que por unos momentos se vacía de todo para solo sentir y disfrutar sintiendo.
Ni siquiera hace falta practicarla, aunque hacerlo produce un efecto sanador que recomiendo a todo el mundo. No hace falta ser la Paulova, ni Isadora Duncan, ni Mijail Barishnikov y sus doce piruetas sobre el mismo eje. Basta con intentarlo, con esforzarse para hacerlo cada vez mejor, con dejar que la magia nos arrastre.
Y, quien no se anime o piense que su cuerpo no le responde, puede disfrutar presenciándolo. Hay estilos suficientes para que cualquier persona encuentre el suyo. O los suyos, que en la danza no hay nada excluyente. De hecho, cuantas más modalidades se conocen, más se quieren conocer. Hasta el infinito y más allá,
A veces pienso que si quienes tienen en sus manos el destino del mundo bailaran más, pensarían mejor. Porque esa mezcla de disciplina y sentimiento, de esfuerzo y recompensa, no puede producir más que efectos positivos. Y una buena dosis de postividad hace mucha falta.
Y por eso animo a todo el mundo no solo a ver y practicar danza sino también a valorar a las personas que la practican como profesionales. Una profesión que no siempre se toma todo lo en serio que se debería, una profesión en que no existe proporción entre el esfuerzo invertido en formación y las perspectivas laborales.
La danza pues ser un hobby, pero para algunas personas es una profesión. Y sin profesionales, nadie podría aprender ni disfrutar de un buen espectáculo. Y estaríamos perdiendo mucho.
Ojalá no necesitáramos concienciar de todo esto en el Día Internacional de la Danza. Pero, mientras sea necesario, lo seguiremos haciendo. Porque queremos seguir soñando con los pies.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia