Ana Gómez Llega la vuelta al cole. Y con ella se agudizan las
diferencias socioeconómicas de las familias. Los bolsillos se resienten en
septiembre, pero mucho más entre quienes viven en contextos de pobreza.
Un capítulo por el que ya no nos tenemos que preocupar
inicialmente son los libros de texto, que con las medidas adoptadas en la
última legislatura de la Generalitat Valenciana constituyen un alivio en la
economía doméstica. Y a pesar de todo, según los datos de Cruz Roja, el 42% de
los niños y niñas atendidos en la Comunidad Valenciana no dispone del material
escolar adecuado.
Hay iniciativas solidarias durante estas semanas que
ayudan a completar el equipamiento de familias en dificultad en el arranque del
curso. Destaca la apuesta de Carrefour con Cruz Roja, que desde hace ya más de
10 años logra establecer los lotes necesarios para miles de menores
valencianos.
Y sin embargo, las carencias permanecen. Más allá de
mochilas y libretas, las ONG se ven obligadas a intervenir con entregas
puntuales de vestuario, pagos de becas de comedor, salidas extraescolares.
Todas estas cuestiones afectan de forma directa en la educación de chicos y
chicas, y por tanto tienen consecuencias en su desarrollo.
La pobreza infantil persiste y en la Comunidad Valenciana
afecta a uno de cada cuatro menores de 18 años. Además de ser una barrera para
la igualdad de oportunidades, las trabas educativas perpetúan situaciones
negativas: el 80% de los niños y niñas pobres lo serán de adultos.
Creo que hay que tomar nota muy en serio de esta compleja
realidad. Con la educación nos jugamos el futuro de nuestra sociedad y en la
vuelta al cole no todas las mochilas llevan lo mismo. Algunas pesan demasiado.
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