Susana Gisbert. EPDA Por fin, una noticia buena. Y bonita. Y encima, relacionada con la sanidad nada menos. Conocíamos esta semana que la cifra de trasplantes en nuestra Comunidad Valenciana, muy elevada, superaba la media nacional. Una media, por otro lado, también de récord de solidaridad. Más del ochenta por cien de las familias donan los órganos de sus seres queridos en ese trago tan amargo, si son requeridos para ello. Y una o varias vidas consiguen remontar el vuelo gracias a esa generosidad. Ahí es nada
Al escucharlo, me acordé rápidamente de una imagen que ha estado martilleándome la mente y el alma muchos días. La de Vera, esa pequeña de solo cuatro años, fallecida de un modo tan incomprensible como injusto mientras jugaba en unos hinchables en Mislata. Cuando se supo que había muerto, tras varios días con la esperanza de que ese final fatal no llegara, su padre compartía en redes un video de la niña cantando un villancico, con una sonrisa y una alegría fantásticas, propias de la niña feliz que fue. En el texto que acompañaba la imagen, decía que compartía su sonrisa, para que perdurara siempre en el recuerdo, y que esperaba que las cinco criaturas que recibirían sus órganos fueran tan dichosas como lo había sido ella en su corta vida.
No imagino una generosidad más grande. En un momento donde el dolor paraliza, regalar al mundo la sonrisa de su hija es precioso, pero regalar a cinco niños la posibilidad de vivir la vida que a ella le arrebató el destino es hacer posible un milagro. El milagro que rematarán unos excelentes profesionales, por mucha que sea su saturación y su cansancio.
Estoy segura de que el corazón de Vera late en el pecho de otra niña, o de otro niño, y que le trasmitirá toda la alegría que ella no pudo seguir disfrutando. Y así seguirá viviendo de cualquier modo.
Lo mejor de todo es que el gesto de estos padres no fue algo aislado. Es un gesto que se repite en mitad del dolor en muchos lugares de la Comunidad Valenciana, en muchos lugares de España. Es el gesto de la generosidad y del amor infinito.
Ojalá esta lección sirva para animar a quien se encuentra en ese difícil trance. Y para animarnos al resto, en estos tiempos en que tanta necesidad tenemos de noticias buenas. Y
bonitas
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