Murgui. Un seis de diciembre de 1978, a finales del siglo XX, todas y todos
los españoles fuimos llamados a votar la que fue nuestra Carta Magna,
que más tarde abriría las puertas de una mayor Democracia y de sucesivas
convocatorias a las urnas, todas regladas de una forma natural y
marcadas dentro de las normas de convivencia que aquella Carta Magna
dictaba y que el pueblo español refrendó con su voto.
Recuerdo que para mí era una novedad grande, era la primera vez que
votaba, pero la coincidencia fue que mayoritariamente se aprobó un
texto, que los entonces llamados “padres de la Constitución” habían
trabajado y consensuado para que todas las partes quedaran contentas con
la redacción y con la puesta en marcha de la misma, es decir en su
cumplimiento.
Esa visión era la de un jovenzuelo, que empezaba a vivir desde fuera
lo que pasaba en su querida España. Oía hablar del proceso
constituyente, de los valores, de los derechos, de las libertades, y
creo que entre TODOS LOS POLÍTICOS DE AQUEL MOMENTO, fueron capaces de
alcanzar y redactar una Constitución integrante, apta para amoldarse,
con la suficiente flexibilidad a cada una de las exigencias del
momento histórico que en esa vida política se desarrollaba, para impedir
que el cambio necesario que exige la dinámica de los pueblos,
anquilose sus preceptos y los ponga en desacuerdo con las nuevas
necesidades, porque las más fecundas Constituciones (y esto, nos enseña
la historia) no son las que se dictaron como imposiciones de un grupo
político, sino que son, las que resultan del esfuerzo de la más
generosa cooperación política y social. Es decir la que nace de la
voluntad y entendimiento de TODOS.
Y con ese consenso hemos vivido muchos años, ya sé que en este mundo
nada es perfecto ni para siempre, pero aquel proyecto integrador e
ilusionante nos dio una estabilidad democrática por todos aceptada y por
todos pactada.
Aquellos hombres buscaron un consenso basado en el olvido, en
construir la paz, en recuperar el tiempo perdido y lo que es más grande,
en despojarse de sus ataduras y quimeras políticas, para mirar al
frente y labrar un futuro mejor para todos. Aquellos fueron grandes
políticos, que muchos de ellos acabaron sus carreras políticas y sus
partidos por las falsas ambiciones y las luchas de poder, pero fueron
capaces de construir una España en color, alejada de aquella de blanco y
negro que vivimos durante tantos años.
Sería tan intenso rememorar aquellos momentos de vida, que se
necesitaría muchas horas para escribirlos y redactar las emociones y la
fecundidad del momento vivido… pero hoy es día de reflexión, de dar
gracias, de sentirnos herederos de un glorioso pasado reciente,
intenso, pero cargado de honradez, sabiduría y ejemplo político.
En pleno siglo XXI, después de haber superado tantos momentos de
tensión, de odios, de prosperidad, de paz, de crisis, o de lo que
queramos llamar, momentos solo momentos… me aterra pensar que veamos
con normalidad el incumplimiento de nuestra Constitución de 1978, quizás
no sea tan perfecta como hoy necesitemos, no lo sé… pero lo que sí que
sé es que nos ha ayudado a vivir en paz.
No hagamos leña del árbol caído, el respeto siempre debe estar ahí, y
sobre todo el recuerdo a quienes fueron capaces de ponerse de acuerdo
para sembrar paz y alejas odios; no me vale lo de la memoria histórica,
porque a veces parece más histérica que histórica, me vale y creo que
nos debe valer a todos el cumplimiento de las normas, y pongo aquí una
interesante frase que dice: "Donde hay buena disciplina, hay orden y
rara vez falta la buena fortuna", (Nicolás Maquiavelo); y termino de
escribir esta columna a las 00 horas del día 5 de diciembre, evocando y
copiando la Disposición Final de aquella Carta Magna de 1978:
POR TANTO, MANDO A TODOS LOS ESPAÑOLES, PARTICULARES Y AUTORIDADES,
QUE GUARDEN Y HAGAN GUARDAR ESTA CONSTITUCIÓN COMO NORMA FUNDAMENTAL DEL
ESTADO.
PALACIO DE LAS CORTES, A VEINTISIETE DE DICIEMBRE DE MIL NOVECIENTOS SETENTA Y OCHO.
JUAN CARLOS (Rey de España)
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