Susana GisbertEl otro día una buena amiga me enviaba una captura de pantalla de lo que una conocida red social le había recordado. Era una foto de ella junto a mi hija, su amiga del alma, en la que ambas sonreían a la cámara sin nada que tapara su cara, ajenas a que escenas como esa no iban a ser fáciles de encontrar en poco tiempo. Era el año 2019 y nada hacía presagiar que el destino nos estaba preparando una mala faena de proporciones cósmicas. Como ella misma me dijo: éramos tan felices y no lo sabíamos…
Así es. No sé si quien maneja los designios de las redes sociales tiene algo que ver o es cosa de los algoritmos dichosos, pero parece que todos los días nos quieren recordar momentos en los que ni siquiera éramos conscientes de lo que teníamos. Besos, abrazos, una caña en una terraza o una cena en cualquier sitio, podernos tocar, acercar las cabezas, vernos las caras sin un trozo de tela de por medio y, por qué no, bailar pegados.
Ahora, sin embargo, la canción de Sergio Dalma sonaría subversiva. Bailar de lejos no será bailar, pero es el único modo en que podemos hacerlo. Aunque sea como estar bailando sola, si no es que es así directamente.
Cuando cada día el algoritmo me muestra tal como éramos, apenas puedo creer que ya hace un año del momento en que se nos vedó repetir esas escenas. Que nos pusieron el mundo en pause y aún estamos esperando poderle dar al on sin tener que ir para atrás a cada poco.
Ya nada será igual. Espero que más bien pronto que tarde, recuperemos nuestras vidas, pero no serán lo mismo. Nos faltarán todas las personas que se han marchado. Nos faltarán también todas las cosas que este maldito bicho se ha llevado, como negocios, trabajos, ilusiones o proyectos. Pero lo que no nos debería faltar nunca son las ganas. No podemos perder ni un minuto más.
Cada vez que veo una de esas imágenes que me obsequia el algoritmo, pienso que ya queda menos, Que cada vez está más cerca el día en que podamos repetir esas escenas, aunque no sean del todo igual.
Yo no veo el momento de que la epidemiología nos dé el pasaporte para celebrar los cumpleaños pendientes, las fiestas que quedaron sin celebrar, los abrazos aplazados. Y entonces haré todo lo que esté en mi mano para disfrutar cada segundo. Sin necesidad de que ningún algoritmo haya de venir a recordármelo.
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