Cartell per a la campanya de les eleccions de 1996 de la UPV. / El Gat Invisible (Salvador llosà) Que la Comunitat Valenciana mira políticamente a Cataluña desde la creación del marco constitucional autonómico es tan cierto como que también el conjunto de España está pendiente de los viejos condados desde el advenimiento de la democracia en nuestro país.
Comunitat y Cataluña
A España le interesa de Cataluña básicamente la gobernabilidad que sus formaciones políticas autóctonas han proporcionado a los gobiernos que en este país han sido de PSOE y PP en tiempos de mayorías relativas. Las absolutas tardarán en volver, si es que lo hacen.
A la Comunitat no le conviene sin embargo la asimilación política con lo que le venga del norte, porque aquí, tradicionalmente, no nos interesa llevarnos mal con Madrid (y por ende, con las comunidades en donde no se hable catalán o modalidades lingüísticas que se le parezcan).
El Bloc es coherente con sus ideas
Hay sin embargo una excepción: el Bloc Nacionalista Valencià, núcleo duro del nacionalismo ‘fusteriano’ y partido mayoritario en Compromís. Recuerden que Joan Fuster, padre del pancatalanismo valenciano, defendía en los años sesenta que ser valenciano” era su forma de ser catalán. El Bloc mantiene en sus estatutos el deseo de pertenencia a una entidad política superior a la Comunitat e inferior -de momento- al Estado, de la que sin embargo sus socios de Iniciativa (el partido de Mónica Oltra) huyen como de las brasas. Los principales dirigentes del Bloc, en plena coherencia con los postulados que firmaron defender cuando se afiliaron a ese partido, no escamotearon mensajes de apoyo en redes a los independentistas y de condena a las fuerzas del orden en octubre de 2017, y tampoco se han escondido -esta vez sólo ocasionalmente- con ocasión de la sentencia del ‘procés’. Aunque lo más polémico no haya sido ahora uno o dos tuits lanzados “a nivel particular”, sino la resolución oficial de octubre del Consell Nacional del Bloc pidiendo la “amnistía de los presos políticos”, y denunciando lo que consideran “la involución democrática” y el triunfo del relato “de la extrema derecha” en España. Para el Bloc (no se conocen disensiones significativas en su seno) ha habido “represión penal y policial en Cataluña”, según se especifió una semana después de su reacción oficial a los sucesos acaecidos tras la sentencia del procés, durante el tradicional y anual Aplec de El Puig.
Las instituciones valencianas
Lo que llama la atención es que un partido institucional resulte ser a veces tan poco institucional. Bien es cierto que eso ya no sorprende en los casos de los nacionalismos catalán, balear, vasco y navarro, pero sí en el valenciano. Porque el Bloc, como núcleo corazón de un Compromís cuyo cerebro sigue siendo Mónica Oltra -hasta que los jóvenes leones que pretenden heredar su legado político consigan removerla- es fundamental para el sostenimiento de la Generalitat, la mayoría de izquierdas de Les Corts, los gobiernos de las diputaciones de València y Castellón y muchos ayuntamientos progresistas de la Comunitat Valenciana, cuyas poblaciones sin embargo nunca han sido independentistas, mucho menos abiertamente soberanistas.
Y el PSOE, ¿qué dice de todo esto?
Que los dirigentes del Bloc no sienten la menor estima por sus socios de gobierno socialistas -a quienes consideraban mero instrumento para acceder y ahora para continuar en el poder- lo dejó bien patente en El Puig la coordinadora general del partido nacionalista, Àgueda Micó, al soltar que “los socialistas son tan inútiles que no son capaces ni de comprar ni la web de campaña”, ahoraespaña.com.
Los socialistas aguantan mecha con sus socios valencianos, pero han puesto pies en pared cuando el presidente catalán, Quim Torra, solemnizó ante los alcaldes catalanes independentistas que su intención era extender la llama separatista por tierras valencianas. Ximo Puig dijo públicamente ‘basta’. Poco después el PSOE incluía en su programa electoral, por encargo del PSC, la plurinacionalidad de España. Y eso suena a Bloc.
Ciudadanos de primera y de segunda
Los disturbios en las capitales catalanas tras la sentencia aplicable a los presos del ‘procés’ hacen temer a muchos que acaben por institucionalizarse como herramienta política a utilizar cuando convenga ‘apretar’, en expresión del president catalán Quim Torra. Salvando todas las distancias, que son muchas y evidentes, recuerden el infausto 11-M de 2004, en el que tantas vidas y tantas otras cosas saltaron por los aires.
La violencia de mucha menor intensidad -aunque considerable- registrada en octubre de 2019 resulta execrable a los ojos de la mayoría de valencianos. Como inaceptable les resulta que en este país haya dos tipos de ciudadanos: los sometidos al imperio de la ley en cada acto de sus vidas, y a los que parece habérseles declarado exentos de su observación.
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