Juan Benito Rodríguez Manzanares San Vicente
Mártir (¿?-304), también conocido como Vicente de Huesca, fue un diácono de la
iglesia católica cristiana nacido en la ciudad romana de Osca, actual Huesca,
en la segunda mitad del siglo III.
Creció en
una familia donde sus padres, Enola y el cónsul Eutiquio, le supieron orientar
en la fe cristina, una fe a la que nunca renunció por mucho que lo
martirizaron.
Cursó sus
primeros estudios y realizó sus primeras actividades apostólicas en Caesaragusuta,
actual Zaragoza, donde llegó a ser diácono del obispo de Zaragoza, quien luego
fuera San Valero.
Sobre 270 y
280 había cierta paz, ya que el emperador Marco Aurelio Carino (¿?-285), así lo
había conseguido, pudiendo el cristianismo florecer hasta el punto de que, sobre el 300, los cristianos celebraron el Concilio de Elvira o de Lliberis,
mostrando con ello cierta madurez de la iglesia cristiana en el periodo romano.
Pero todo
eso cambió sobre 303, cuando el emperador Diocleciano juró exterminar a los
cristianos y su religión, emitiendo un primer edicto imperial en estos
términos:
«Todos los
pobladores del imperio tenían que adorar al “genio” divino de Roma, manifestado
en la persona del César».
Para este
fin, llegó Daciano a Hispania, el cual, tras pasar por varias ciudades, se plantó en Caesaragusuta, donde apresó al obispo Valero y a su diácono Vicente, pero en
lugar de matarlos, los llevó a pie hasta Valencia haciendo que pasaran hambre,
sed y frío mientras los soldados los torturaban, a modo de lección magistral
para todo aquel que lo viera. Incluso a la entrada de Valencia los dejaron
atados a una columna mientras cenaban. Esa columna donde estuvo atado San
Vicente Mártir se conserva en la iglesia de Santa Mónica.
Entran a
Valencia por la Vía Augusta, y tras unos días en prisión sin comer ni beber,
Daciano los llama a su presencia. Destierra al obispo pero se ensaña con
Vicente, azotándolo, pasándolo por el potro, por la catasta, clavándolo en un
aspa, y rasgándole la piel con garfios de hierro, entre otras cosas, pues
Vicente nunca renunció de su fe cristiana y eso no podía consentirlo Daciano,
el cual quería oír de sus labios la abjuración de su fe cristiana, cosa que
nunca oyó. En cambió sí que oyó algo que lo enfureció mucho más:
«Te engañas,
hombre cruel, si crees afligirme al destrozar mi cuerpo. Hay dentro de mí un
ser libre y sereno que nadie puede violar. Tú intentas destruir un vaso de
arcilla, destinado a romperse, pero en vano te esforzarás por tocar lo que está
dentro, que sólo está sujeto a Dios».
Daciano lo
manda poner sobre hierros candentes, pero no logra nada, y sangrando y medio
muerto, lo devuelve a su celda, sobre la cual el poeta Aurelio Clemente Prudencio
(348-413), en su Peristephanon, cuenta que era oscura, pero que se iluminó, los
cepos y cadenas se abrieron, el suelo se cubrió de flores, y el aire se perfumó
con extraños aromas. Cuenta la leyenda que San Vicente, antes de morir,
convirtió al cristianismo a su carcelero.
Daciano, de
nuevo humillado, mandó curar las heridas del cristiano, pero San Vicente murió
mientras lo hacían, siendo el mes de enero de 304. Tras el óbito mandó tirar el
cadáver a un estercolero fuera de la ciudad para que fuera devorado por las
alimañas, mas, cuenta otra leyenda que un cuervo veló por su cuerpo para que
ningún animal lo devorara.
En el lugar
donde fue tirado su cadáver, se alza hoy la parroquia de San Vicente Mártir, la
cual, originalmente, iba a tener una fachada con 50 metros de altura, aunque luego
no fue así.
Luego
Daciano ordena que arrojaran al mar el cuerpo del cristiano con una piedra de
molino atada al cuello, pero el mar lo devolvió a la playa de Cullera donde lo
recogió Ionicia, una piadosa mujer cristiana. Y tras ser enterrado en un
modesto sepulcro junto a la Vía Augusta comenzó la veneración a San Vicente
Mártir.
El martirio
de San Vicente fue la semilla de la iglesia católica en Valencia, siendo el
detonante para que muchas personas se convirtieran al cristianismo, al ver la
fortaleza del santo y el apego a sus creencias religiosas.
Mas,
deberían pasar 934 años para que el rey Jaime I de Valencia y Aragón (1208-1276),
llamado «el Conquistador», conquistara Valencia de manos musulmanas. Dicen del
rey Jaime I, que era muy religioso y al que siempre acompañaba la imagen de la
Virgen de las Batallas, o de las Victorias, a quien le atribuía el hecho de sus
múltiples victorias, pero en esta ocasión consideró a San Vicente Mártir el
protector de su nueva victoria y lo convirtió en Patrono de Valencia. Además,
lo nombró:
«Santo
protector de la Reconquista de Valencia».
En el
Archivo de la Corona de Aragón, se conserva un documento datado el 16 de junio
de 1263, que textualmente dice:
«Estamos
firmemente convencidos de que Nuestro Señor Jesucristo, por las oraciones,
especialmente del bienaventurado Vicente, nos entregó la ciudad y todo el reino
de Valencia y los libró del poder y de las manos de los paganos».
Así pues,
San Vicente Mártir, es uno de los patronos de la ciudad de Valencia, motivo por
el cual, el día que se celebra su festividad, el 22 de enero, se dice que es
una fiesta de «Cruces para adentro», haciendo referencia esa expresión a la
costumbre de la Corona de Aragón, y el reino de Valencia pertenecía a la Corona
de Aragón, de marcar con cruces los términos de una ciudad en sus entradas a la
misma.
Como apunte
histórico-anecdótico, quiero añadir que en la puerta de la muralla cristiana
de Valencia, que se encontraba en la actual Plaza de San Agustín, estaban las
imágenes de San Vicente Mártir, Patrono de Valencia, que miraba hacia el
interior de la ciudad amurallada. Y la de San Vicente Ferrer, Patrono de toda la
Comunidad Valenciana, que miraba hacia el exterior de la ciudad amurallada.
Valencia es
sinónimo de cultura.
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